Dura advertencia de Cuba: se nos acabó la paciencia.
Topos
y condenas Con información aportada por ocho “topos” de su
contrainteligencia, Cuba juzgó a 65 personas. La verdadera historia detrás de
un caso, en el contexto del “salto cualitativo” de la política de agresión
norteamericana a isla.
Por:
Miguel Bonasso
El
gobierno cubano dispone de información aún no revelada que le hace temer un
“salto cualitativo” en la política de agresión de Estados Unidos hacia la
isla y ha decidido responder con dureza, afrontando incluso el costo político
de aplicar la pena de muerte a los tres cabecillas de un grupo armado que
secuestró una lancha con 50 pasajeros a los que redujo como rehenes. Unos días
antes los tribunales cubanos ya habían dictado severas condenas de prisión
para 65 procesados a los que se les comprobaron nexos orgánicos con la Oficina
de Intereses de los Estados Unidos en La Habana. Los fallos judiciales fueron
pronunciados en vísperas de la reunión anual de la Comisión de Derechos
Humanos de Ginebra, donde Washington promueve el voto contra Cuba. El miércoles
último, el canciller cubano Felipe Pérez Roque exhibió ante los
corresponsales extranjeros acreditados en La Habana, fotos y videos donde se
puede ver a varios de los condenados en las oficinas y en la residencia privada
del jefe de la misión norteamericana, James Cason. Pérez Roque acusó al
diplomático de alentar “un partido único de la llamada disidencia” y
sugirió que podrían expulsarlo de la isla, aunque de momento preferían no
“darle el gusto de regresar como héroe a Miami”. Las pruebas y testimonios
que demuestran la injerencia de Cason fueron aportadas por ocho “topos” de
la seguridad cubana que estuvieron infiltrados durante años entre los
conspiradores y, como los personajes de Chesterton en El hombre que fue jueves,
llegaron incluso a presidir algunas de sus asociaciones, como la de
“periodistas cubanos independientes”.
La
Oficina de Intereses de los Estados Unidos (SINA, según sus iniciales en inglés)
no es propiamente una embajada, porque Cuba y Estados Unidos han roto relaciones
desde los primeros tiempos de la revolución. El gobierno cubano la ha
considerado siempre como un aparato de espionaje, pero nunca –según Pérez
Roque– había desempeñado un papel tan activo y desembozado como desde que
asumió su gestión James Cason, un embajador que conspira contra el presidente
Fidel Castro con la misma intensidad con que Spruille Braden lo hiciera contra
Juan Perón en los años 40.
El
24 de febrero, Cason reunió en sus oficinas a varios presuntos opositores, ocho
de los cuales eran en realidad agentes de la contrainteligencia cubana, y formuló
explosivas declaraciones contra el gobierno, que Castro calificó como “una
provocación desvergonzada y desafiante”. Fidel subió la apuesta de Cason y
sugirió que Cuba podía prescindir “tranquilamente de la Oficina de
Intereses”. El 10 de marzo la cancillería cubana presentó una nota de
protesta ante el jefe de la SINA reclamándole que cesara su “conducta
francamente provocadora, injerencista”. El Braden de La Habana, estrechamente
vinculado con los grupos más duros del anticastrismo de Miami, desafió al líder
local y el 14 de marzo convocó a una nueva reunión para unificar a los
“disidentes” que tiene en nómina; en la mayoría de los casos con un
estipendio de 100 dólares mensuales. La nueva reunión se hizo en la propia
residencia del diplomático, lo que según el canciller cubano “rompió un
nuevo record” en la dramática historia de las relaciones bilaterales. El cónclave
empezó a las 10 de la mañana y culminó a las cinco de la tarde, con algunas
sabrosas picaditas “de jamón” en el medio, que fueron religiosamente
fotografiadas por los hombres y mujeres que durante muchos años fueron
“jueves”.
Según
recordó Pérez Roque ante los periodistas, el 18 de marzo se “agotó la
paciencia” de las autoridades cubanas por la “actuación irresponsable del
señor Cason” y se procedió a la detención de “32 mercenarios que habían
estado en las reuniones con él los días 24 de diciembre, 12 de marzo y 14 de
marzo”. El 19 “fueron arrestados otros 33 mercenarios que han estado
participando y recibiendo dinero y dando información distorsionada para que
pueda ser aplicada la ley Helms-Burton,para que pueda ser aplicado el bloqueo;
que han contribuido a la política de los Estados Unidos de condenar a Cuba en
Ginebra para darle viso de credibilidad al bloqueo que la comunidad
internacional rechaza”.
Esa
misma noche fue secuestrado un avión DC 3 cubano que fue desviado a Estados
Unidos. Allí la prensa filtró que los secuestradores obtendrían la libertad
bajo fianza, medida que viola el tratado firmado por Cuba y Estados Unidos en
1994, que obliga la devolución de las aeronaves y la extradición de los
secuestradores. Según el joven canciller cubano, que fue muchos años
secretario personal de Fidel Castro, esto “generó nuevos estímulos”; “el
31 de marzo se produce el secuestro del AN-24 y el 2 de abril se produce el
secuestro de la lancha”. La escalada, según su larga exposición ante la
prensa extranjera, se vio alentada por una política restrictiva en materia de
visas para emigrar legalmente a Estados Unidos, destinada a “estimular la
comisión de actos de terrorismo en barcos, en aeronaves que vuelan hacia y
desde Cuba; para estimular el secuestro de embarcaciones, el secuestro de
aviones cubanos, para crear las condiciones que permitan dar al traste con el
acuerdo migratorio (de 1994)”. Que establecía, entre otras cosas, la
cooperación entre ambos países para impedir “el uso de la violencia por
parte de toda persona que intente llegar o que llega a los Estados Unidos desde
Cuba, mediante el desvío forzoso de aeronaves y embarcaciones”. “Y entonces
–agregó significativamente el canciller– el 3 de abril comienzan los
juicios.”
Pérez
Roque informó largamente a la prensa internacional sobre los procesos penales,
asegurando que no se habían violado las garantías procesales pese a tratarse
de juicios sumarios. Rechazó enérgicamente que se hubiera tratado de juicios
secretos, asegurando que en ellos habían participado unas 3000 personas y que
el 80 por ciento de los abogados defensores había sido designado por los
procesados. No ignoraba que el 16 de abril se reúne la comisión de derechos
humanos de Ginebra y que algunos gobiernos, como el de Eduardo Duhalde, que
parecía inclinado a la abstención, podía encontrar ahora la salida propicia
para votar en contra, como lo hicieran las cancillerías de Fernando de la Rúa
y Carlos Menem. Como era de esperar, subrayó que Estados Unidos –que había
salido de la Comisión y regresó gracias a movidas de España e Italia– no
era el más indicado después de la carnicería de Irak para dar lecciones en
esta materia.
También
recordó que el código penal cubano prevé largas penas de prisión e incluso
de muerte para quienes “en interés de un estado extranjero ejecuten un hecho
con el objetivo de que sufra detrimento la independencia del Estado cubano o la
integridad de su territorio”. Anticipándose al debate y a la posible denuncia
de organismos internacionales humanitarios, rechazó que se tratara de “presos
de conciencia, acusados por pensar o por hablar” sino de personas que habían
sido juzgadas “por hechos y conductas tipificadas como delitos por la ley”.
“Nosotros –agregó– nos hemos curtido en la defensa de nuestra soberanía
y sabemos que se intenta crear una quinta columna aquí y ejercemos nuestro
derecho a enfrentarla legalmente y respetando las leyes y la ética; nunca
apelando a métodos de secuestros, de asesinatos; jamás creando un escuadrón
de la muerte, jamás violando la integridad física y moral de las
personas".
Los
videos del juicio, que el ministro cubano exhibió ante los periodistas
extranjeros, resucitaron públicamente la figura del “topo”: esos hombres y
mujeres que en los tiempos de la guerra fría simulaban desertar para pasarse de
bando y lograban infiltrarse en las organizaciones contrarrevolucionarias causándoles
grandes estragos. Además de correr riesgo de vida si eran descubiertos, solían
sufrir el desprecio de sus seres queridos, esposas e hijos, que pasaban a verlos
(durante muchos años) como traidores. Uno de ellos, David Manuel Orrio (el
agente Miguel) un licenciado en economía de 38 años, les confesó a
losperiodistas que hubo momentos duros cuando se “destapó” su condición de
infiltrado. “Hace unas horas –reveló– le expliqué la verdad a mi hijo y
le pregunté qué pensaba de mí hasta ahora. Quedó en silencio pero al final
confesó que me creía un gusano. ¿Qué piensas ahora?, le insistí... Y él se
echó a llorar, como lo estoy haciendo yo ahora”.
Miguel
dijo que Felipe, el canciller, sólo le había revelado a la prensa “el 10 por
ciento de lo que sabemos”. Al ver su foto en Miami, James Cason tuvo que
admitir ante la prensa que el “Miguel” de la seguridad cubana era “el
mismo señor que organizó un taller de ética periodística” en su residencia
oficial de La Habana.
“Miguel”,
como el “jueves” de Chesterton, se acercó a la asociación de
“periodistas independientes” que lideraba Néstor Baguer, sin imaginar que
el octogenario “disidente” (era como el Domingo de la novela, que conducía
el grupo de anarquistas) fuese otro agente de la seguridad.
Sus
testimonios resultaron demoledores en el juicio: la SINA “entregó sistemáticamente
ayuda material y financiera” a los conspiradores. “Radios y medios técnicos
de todo tipo para articular una red de ‘periodistas’ que difaman la revolución
y cobran más mientras más mentiras fabriquen.” “Me pagaban 100 dólares
mensuales –agregó– escribiera o no, pero sé de unos que vivían en una
continua protesta por su ‘salario’ y otros que se lo embolsillaban.” Entre
los ocho topos hay seudónimos clásicos, como “Tania” y “Ernesto” o más
extraños, como “Yanier”, que llegó a presidir la comisión de derechos
humanos de Camagüey y un día, hace algo más de un año, fue abofeteado por su
madre por “contrarrevolucionario”. Unos y otros demostraron con cartas,
cheques, fotos y otras pruebas, que Cason y sus funcionarios de la SINA
trabajaban activamente para desestabilizar al gobierno local.
Haciéndoles
eco, el embajador norteamericano en República Dominicana, Hans Hertell, aseguró
que la agresión contra Irak “va a mandar una señal muy positiva y es muy
bueno el ejemplo para Cuba”. Dijo que la invasión del país árabe era
solamente el comienzo de una “cruzada libertadora que abarcaría a todos los
países del mundo, incluido Cuba”. El presidente cubano se apresuró a
enviarle una misiva que dice simplemente: “Señor Hans Hertell, embajador de
Estados Unidos en República Dominicana. Felicidades por su declaración de hoy
sobre la cruzada liberadora de su gobierno que incluye a Cuba y muchas gracias.
Fidel Castro, jueves 10 de abril del 2003, 4 y 57 p.m.”.
Pero
en un discurso posterior, cambio la ironía por la advertencia: “Si hacen una
guerra contra nosotros se equivocan. No la queremos, sabemos el precio, pero se
equivocan, porque Cuba estudia cada guerra, cada tecnología y cada cosa que hay
que hacer”.