Declaración
del Ministerio de Relaciones Exteriores
TRANSFERIDO POR: Gleny Zirio – Representante de
Argos en Cuba.
La
Unión Europea decidió, una vez más, capitular frente al gobierno de los
Estados Unidos en el tema de su política hacia Cuba.
De
manera inusual en la práctica diplomática, la Unión Europea hizo público un
comunicado en la mañana del pasado 5 de junio, en el que, además de anunciar
medidas punitivas contra Cuba, informó a la comunidad internacional que había
dirigido una carta a las autoridades cubanas, que sólo llegó al Ministerio de
Relaciones Exteriores en la tarde de ese día. Ello no causó sorpresa en la
Cancillería: comprendíamos bien que, probablemente, la aspiración europea era
que dicho texto se conociera primero en Washington que en La Habana.
En
Europa sabían bien que su decisión de sumarse a los ataques del gobierno
estadounidense contra Cuba sería percibida como una nueva prueba de contrición
y arrepentimiento europeo ante las discrepancias surgidas, con motivo de la
guerra de Iraq, entre "la vieja Europa" —como la llamó el señor
Rumsfeld— y el gobierno imperial nazifascista, que intenta imponer su
dictadura al resto del mundo.
La
nueva declaración suscrita por Los Quince corona una etapa de continuos
pronunciamientos y agresiones contra Cuba, realizados precisamente en el momento
en que nuestro país ha tenido que enfrentar los arteros planes que, desde Miami
y Washington, tratan de fabricar los pretextos para una agresión militar contra
nuestro país.
Dicha
escalada incluyó:
-
El 25 de marzo, una Nota de protesta de la Presidencia, por las justas condenas
impuestas por tribunales cubanos a un grupo de mercenarios al servicio del
gobierno de los Estados Unidos;
-
el 14 de abril, a propuesta de la Canciller española, una nueva Declaración
del Consejo de Relaciones Exteriores de la Unión, en la que se trata a los
mercenarios como "prisioneros políticos" y se amenaza vulgarmente a
Cuba con la afectación de "los planes para incrementar la cooperación";
-
el 18 de abril, otra Nota de protesta de la Presidencia que reitera las amenazas
contra Cuba;
-
el 30 de abril, a instancias de una Comisaria española, el Colegio de
Comisarios de la Comisión Europea decidió posponer indefinidamente la
consideración de la solicitud de Cuba para ingresar al Convenio de Cotonou, por
lo que ante la sinuosa conducta de la Unión Europea, Cuba decidió por segunda
vez retirar dicha solicitud, que había hecho ante la insistencia unánime del
Grupo de Países de Africa, Caribe y Pacífico (ACP).
Posteriormente,
el 27 de mayo, hubo un nuevo intento de entregar otra Nota de protesta, que
nuestra Cancillería rechazó por considerarlo ya una intolerable intromisión
en los asuntos internos de Cuba.
Y,
por último, aparece esta nueva Declaración, de la que Cuba se entera primero
por la prensa internacional que por la propia Unión Europea.
El
inédito despliegue contra nuestro país ha sido más llamativo, por cuanto
resulta proverbial la sabiduría europea para guardar respetuoso silencio cuando
le conviene o, incluso, para ser cómplice tolerante de conductas y hechos mucho
más graves que los que ahora, sin ninguna razón, imputa a Cuba. ¿Cómo si no,
por ejemplo, evaluar su silencio ante los crímenes perpetrados por el ejército
norteamericano contra la población civil iraquí?
Resulta
demasiado. Cuba se ve obligada, tras agotarse su paciente capacidad para el diálogo
y la tolerancia, a responder lo que considera una actuación hipócrita y
oportunista por parte de la Unión Europea.
En
su más reciente Declaración, "la Unión Europea lamenta que las
autoridades cubanas hayan quebrantado la moratoria que existía de facto sobre
la pena de muerte".
Cuba
no abundará en las razones excepcionales, explicadas más de una vez, que la
obligaron a tomar enérgicas medidas contra tres secuestradores armados, y con
antecedentes delictivos comunes, que amenazaron con asesinar a decenas de
personas, incluidos varios europeos. Cuba jamás ha escuchado una palabra de la
Unión Europea condenando la pena de muerte en los Estados Unidos. Jamás ha
visto a la Unión Europea liderear una condena a Estados Unidos en la Comisión
de Derechos Humanos por el uso de la pena de muerte contra menores de edad,
enfermos mentales y extranjeros a los que no se les permitió siquiera la atención
consular a la que tenían derecho. Cuba jamás escuchó una crítica de la Unión
Europea a las 71 ejecuciones que se produjeron el pasado año en Estados Unidos,
incluyendo las de dos mujeres. ¿Por qué la Unión Europea condena la pena de
muerte en Cuba y no en los Estados Unidos?
Por
tanto, Cuba no se toma en serio este lamento de la Unión; sabe que está
lastrado por la hipocresía y la doble moral.
La
Declaración cita textualmente la carta entregada a la Cancillería cubana, en
la que se repiten los mismos argumentos del gobierno norteamericano. Se pretende
otra vez disfrazar de "opositores" y "periodistas
independientes" a los mercenarios que, pagados con dinero del gobierno de
los Estados Unidos, aspiran a contribuir desde dentro al objetivo de la política
norteamericana de derrotar a la Revolución cubana.
Más
adelante, la Declaración europea "hace un llamamiento a las autoridades
cubanas para que eviten el sufrimiento inútil de los prisioneros y no los
sometan a tratos inhumanos". Cuba no se esforzará en comentar este
ofensivo "llamamiento". Dirá solamente que es una vil canallada.
Cuba
no repetirá los argumentos que ya ha reiterado más de una vez. Solo apuntará
que jamás escuchó una palabra de condena de la Unión Europea acerca de los
cientos de prisioneros —algunos de ellos europeos— que Estados Unidos
mantiene, violando las más elementales normas de derechos humanos, en la Base
Naval que nos impone en Guantánamo en contra de nuestra voluntad. Jamás la Unión
Europea ha dicho una palabra sobre los miles de presos, muchas veces sólo por
su apariencia física o por ser musulmanes, que el gobierno de Estados Unidos
mantiene en prisión después del 11 de septiembre, sin las más elementales
garantías jurídicas, sin juicios y sin siquiera haber publicado sus nombres.
La
Unión Europea jamás pronunció una palabra sobre las condiciones carcelarias
de los más de dos millones de presos norteamericanos, la mayoría negros y
latinos, y la totalidad pobres, que informes internacionales de derechos humanos
han denunciado reiteradamente.
En
Cuba, gracias a la Revolución, no se han visto en más de 40 años
manifestaciones de brutalidad policial, o de represión violenta como aquellas
que se ejercen contra los que expresan pacíficamente en las calles su oposición
al actual orden mundial, o de tratamiento xenófobo y racista contra los
inmigrantes y solicitantes de asilo, tal como ocurre a diario en la Europa que
se permite tratar de darnos lecciones.
A
continuación, la Unión Europea anuncia sus nuevas medidas contra Cuba, que
vienen a ser una especie de Acta de Capitulación ante la presión del gobierno
de los Estados Unidos.
Son
cuatro las medidas anunciadas:
Primero:
Limitar las visitas gubernamentales bilaterales de alto nivel.
Es
necesario recordar que en los últimos cinco años ningún Jefe de Estado o
Gobierno de la Unión Europea ha visitado Cuba.
Ni
siquiera el Rey de España, Don Juan Carlos I, cuya natural simpatía y
sencillez le han granjeado el respeto del pueblo y el gobierno cubanos, pudo
cumplir su visita oficial; el Jefe del Gobierno español, José María Aznar
-que constitucionalmente debe dar el visto bueno-, fue concluyente: "El Rey
irá a Cuba cuando toque".
Por
su parte, sólo dos Cancilleres de Los Quince viajaron a Cuba desde 1998: el señor
Louis Michel, de Bélgica, en el 2001 —quien hizo un genuino esfuerzo por
desarrollar las relaciones— y la señora Lydie Polfer, de Luxemburgo, en el
2003.
Nadie
más ha querido en Europa —y menos ahora— provocar disgustos en Washington.
Mientras, sólo en el 2002 visitaron Cuba 663 delegaciones de alto nivel del
resto del mundo, de ellos 24 Jefes de Estado o de Gobierno y 17 Cancilleres.
Segundo:
Reducir el nivel de la participación de los Estados miembros en acontecimientos
culturales.
Sobre
esta insólita decisión de la Europa culta y civilizada diremos que, cuando
menos, debería avergonzar a sus autores.
Convertir
a los intelectuales y artistas, europeos y cubanos, y a nuestros pueblos que se
benefician del intercambio cultural, en víctimas especiales de la agresión es
una medida tan reaccionaria, que resulta inconcebible en pleno siglo XXI.
La
primera señal de esta política absurda había sido dada por el gobierno español,
que en el mes de abril pasado suspendió la participación de la delegación
española en el festival "La Huella de España", dedicado precisamente
a homenajear la cultura de ese hermano pueblo. A ello se une el hecho de que el
Centro Cultural Español en La Habana, lejos de promover la cultura española en
Cuba, objetivo para el que fue creado, ha mantenido un programa de actividades
no relacionadas con su función original, en abierto desafío a las leyes y las
instituciones cubanas, y en flagrante violación de la letra del acuerdo que le
dio origen.
En
los próximos días las autoridades cubanas adoptarán las medidas pertinentes
para convertir ese centro en una institución que realmente cumpla con el noble
propósito de difundir la cultura española en nuestro país.
Tercero:
Invitar a los disidentes cubanos a las celebraciones de fiestas nacionales.
Con
esta decisión, que convertiría a los embajadores europeos en La Habana en
virtuales empleados del señor Cason, y que pondría a las embajadas de los países
miembros de la Unión Europea al servicio del trabajo subversivo de la Sección
de Intereses norteamericana —algo que hasta ahora solo hacía abiertamente la
Embajada española—, la Unión Europea formaliza su intención de desafiar al
pueblo cubano, sus leyes e instituciones.
Cuba
advierte, serena pero firmemente, a las embajadas europeas y a los mercenarios
locales del gobierno norteamericano que no tolerará provocaciones ni chantajes.
Los mercenarios que intenten convertir a las embajadas europeas en La Habana en
centros de conspiración contra la Revolución, deben saber que el pueblo cubano
sabrá exigir que se apliquen con rigor nuestras leyes. Las embajadas europeas
deben estar conscientes de que incumplirán sus obligaciones, según la Convención
de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, si se prestan a la labor subversiva
contra Cuba.
Las
medidas que Cuba deba adoptar para defender su soberanía, y sus consecuencias,
serán exclusiva responsabilidad de la Unión Europea, que, con total
arrogancia, ha adoptado una decisión que ofende profundamente la sensibilidad y
el decoro del pueblo cubano.
Cuarto:
Volver a examinar la Posición Común de la Unión Europea sobre Cuba.
Con
esta última formulación, el señor Aznar y el gobierno español anuncian,
desde ahora, su aspiración a endurecer el texto de la llamada Posición Común
sobre Cuba, que —vale recordarlo— España impuso al resto de la Unión
Europea desde 1996.
El
13 de noviembre de ese año el periódico español El País, bajo el título:
"España propone a la Unión Europea cortar el crédito y la cooperación
con La Habana", anunciaba que:
"El
gobierno español propondrá mañana en Bruselas a sus socios de la Unión
Europea una estrategia de acoso económico del régimen de Fidel Castro (...) El
paquete que propone Aznar se alinea estrechamente a la actual política
norteamericana. La iniciativa que pretende sacar adelante el Ejecutivo de Aznar
supone cerrar los grifos de la cooperación y de los créditos de Los Quince y
elevar el nivel del diálogo con la oposición anticastrista.
"(...)
Las medidas acariciadas por Aznar (...) suponen una ruptura completa de la política
española con Cuba..."
Entre
las medidas anunciadas por el diario ese día, además del intento de Aznar de
suspender la cooperación de los quince países europeos con Cuba, el fin de los
acuerdos empresariales y el cierre de los créditos escasos, caros y de corto
plazo que Cuba recibía en ese crítico momento del período especial, se sumaría
este propósito:
"Diálogo
con la oposición. Cada uno de los quince embajadores europeos en La Habana
designaría un diplomático especializado en trabar un diálogo de alto nivel
con los grupos de oposición a Castro. Los gobiernos europeos invitarían a
estos grupos a un contacto permanente de alto nivel.
"Este
paquete se formalizaría mediante una "posición común" de la UE y se
inspira directamente en la estrategia norteamericana de acoso, pregonada por el
Embajador itinerante estadounidense, Stuart Eizenstadt."
Según
el periódico El País, y la realidad lo confirmó después: "Este diplomático
norteamericano ha venido insistiendo ante las cancillerías europeas en la
necesidad de que la Unión Europea abandone su actual estrategia..." hacia
Cuba.
"También
ha prometido el embajador itinerante que si los quince países comunitarios se
apuntan al enfoque norteamericano, Washington "otorgará" a sus socios
sucesivos aplazamientos semestrales en la aplicación de la Ley Helms-Burton,
que endurece el embargo a Cuba y persigue las inversiones europeas en la
isla."
"España,
que fue puntal del enfoque autónomo, se convertiría así, si prospera su
iniciativa, en punta de lanza del movimiento inverso", concluía el diario
El País.
Y
la iniciativa del señor Aznar prosperó. De ahí nació la Posición Común y,
más tarde, el vergonzoso Entendimiento de la Unión Europea con Estados Unidos
sobre la Ley Helms-Burton, en el que los gobiernos europeos aceptaron plegarse a
las condiciones impuestas por Estados Unidos, a cambio de la promesa
norteamericana de no sancionar a las empresas europeas. De ahí nace también
esta nueva campaña de los gobiernos europeos contra Cuba.
El
señor Aznar, obsesionado con el castigo de Cuba y convertido en aliado menor
del gobierno imperial yanqui, ha sido el principal responsable de que la Unión
Europea no haya elaborado un enfoque independiente y objetivo hacia Cuba, y es
hoy el principal responsable de esta traicionera escalada, precisamente cuando
nuestro pequeño país se ha convertido en un símbolo de la resistencia de los
pueblos a la amenaza de que Estados Unidos imponga una tiranía nazifascista al
resto del mundo, incluidos los pueblos europeos —desconocidos y humillados
recientemente al ignorarse su firme oposición a la guerra contra Iraq— e,
incluso, al propio pueblo norteamericano.
Cuba
sabe que el gobierno español ha estado financiando —tal y como lo hace el
gobierno de Estados Unidos según prescribe la Ley Helms Burton— a los grupos
anexionistas y mercenarios que la superpotencia trata de organizar dentro de
nuestro país.
¿Cómo
explicar el interés del señor Aznar por el "fomento de la democracia en
Cuba", si fue el primer y único mandatario europeo en apoyar el golpe
fascista en Venezuela y ofrecerle "su apoyo y disponibilidad" al efímero
"Presidente" golpista venezolano?
Sin
embargo, Cuba no culpa al noble pueblo español, ni a los demás pueblos
europeos. Todo lo contrario. Cuba sabe, a pesar de las infames campañas mediáticas,
cuánta simpatía y admiración despierta en muchos ciudadanos de esos países,
de donde recibimos cada año casi un millón de visitantes.
Cuba
sabe cuánta solidaridad despierta en Europa, y ha sentido en estos años la
mano amiga de miles de organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles y
ayuntamientos europeos.
Cuba
sabe que los pueblos europeos —en ejemplar lección ética y humana— se
opusieron a la guerra en Iraq, que la Unión Europea, sin embargo, no pudo
evitar, dividida por la traición al resto de Europa que protagonizó el
gobierno español, y humillada por una superpotencia que ha llegado a proclamar
que atacaría militarmente a la ciudad de La Haya si un soldado norteamericano
fuera llevado ante el Tribunal Penal Internacional.
Cuba
solo tiene sentimientos de amistad y respeto por los pueblos europeos, pero no
puede permitir que sus gobiernos, arrastrados tras el compromiso del Presidente
del gobierno español con los grupos terroristas de origen cubano que operan en
Miami y con el gobierno de Bush, se presten a colaborar con la creación en Cuba
de grupos mercenarios que actúen al servicio de los esfuerzos yanquis por
destruir a la Revolución cubana y anexar nuestro país a los Estados Unidos.
La
decisión de la Unión Europea de sumarse a la agresiva política norteamericana
contra Cuba ha sido recibida con enfática alegría y fuertes aplausos, no sólo
por el gobierno de Estados Unidos, cuyo Secretario de Estado declaró:
"Estados Unidos podría participar con la Unión Europea en una estrategia
común hacia Cuba", sino también por los mercenarios que todavía trabajan
dentro de nuestro país para el gobierno norteamericano, y por los voceros de
los grupos terroristas de Miami.
El
llamado Consejo por la Libertad de Cuba, grupo batistiano de Miami que en estos
días ha estado reclamando al Presidente Bush que decrete el bloqueo naval
contra Cuba, manifestó: "Nos alegramos de que Europa se una a las
presiones...", y la terrorista Fundación Nacional Cubano Americana subrayó
su complacencia, destacando que "era hora de que los países europeos se
dieran cuenta..."
La
Agencia DPA tituló su reportaje así: "Regocijo en el exilio por decisión
de la Unión Europea sobre Cuba" y señaló que los grupos extremistas
cubanos reaccionaron "entusiasmados" y que "los noticieros de la
televisión hispana de Miami abrieron sus informativos nocturnos con la decisión
de la Unión Europea y destacaron las medidas que tomará el organismo".
Resulta
obvio a quienes sirve la Declaración de la Unión Europea, y por qué se
alegran los grupos terroristas de Miami, responsables de ataques con bombas
contra intereses europeos en Cuba e, incluso, del asesinato del joven italiano
Fabio di Celmo. Está claro por qué baten palmas los que hoy mismo reclaman al
gobierno de Estados Unidos el recrudecimiento del bloqueo y la agresión militar
contra nuestro pueblo.
Cuba,
por su parte, defenderá su derecho a ser una nación libre e independiente con
o sin el apoyo europeo, y aún enfrentando la complicidad de ciertos gobiernos
con el grupo fascista que gobierna hoy en Estados Unidos.
Cuba
no juzga por igual a todos los gobiernos europeos y sabe bien quiénes son los
principales instigadores de esta inusitada provocación.
Hay
que decir, además, que a la actividad conspirativa del gobierno español, ha
venido a sumarse la actuación del gobierno italiano que dirige el Primer
Ministro Silvio Berlusconi.
Unilateralmente,
Italia decidió suspender su cooperación para el desarrollo con Cuba, que podría
haber alcanzado este año casi 40 millones de Euros.
Ello
incluyó la cancelación de:
1.
Un crédito de ayuda por 17.5 millones de Euros, que hubiera permitido mejorar
los sistemas de riego e incrementar la producción de alimentos en las
provincias de Granma y La Habana.
2.
Un crédito de ayuda por 7.4 millones de Euros, para la Plaza del Cristo, en la
Habana Vieja. Dicho financiamiento hubiera permitido rehabilitar las viviendas
de unas 500 familias, dos escuelas y los servicios de agua potable, electricidad
y alcantarillado de la población residente en la zona.
3.
Un donativo por 400 mil Euros, para la creación de un Centro de Atención al
Adulto Mayor, en el antiguo convento de Belén, que daría servicios a unos
doscientos ancianos y sería administrado por la Oficina del Historiador, las
autoridades locales de Salud Pública y la Orden de las Hermanas de la Caridad.
4.
Un donativo de 6.8 millones de Euros, a través del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), que se dedicarían al apoyo a nivel local de
servicios sociales básicos como educación, salud, atención a discapacitados y
personas de la tercera edad.
5.
Un donativo de 6.8 millones de Euros, a través del PNUD, dirigido a la
adquisición de equipamiento, fundamentalmente en el sector de la salud y la
producción de alimentos, para las provincias orientales.
6.
Un donativo de 534 mil Euros, que sostenía un programa de colaboración e
intercambio entre la Universidad italiana de Tor Vergata y la Universidad de La
Habana.
De
esta insólita manera, el gobierno italiano se apresta a defender los derechos
humanos del pueblo cubano.
Movería
a la risa el ridículo papel europeo, si no fuera por la gravedad que esta
escalada entraña.
Y
debemos decirlo claramente:
Cuba
no le reconoce a la Unión Europea autoridad moral para condenarla y, mucho
menos, para imponerle un ultimátum amenazante respecto a las relaciones y la
cooperación. Cuba ha tomado decisiones que sólo competen al pueblo y al
gobierno cubanos juzgar, son absolutamente legítimas y están sólidamente
basadas en la Constitución y las leyes de nuestro país.
La
Unión Europea, que a diferencia de Cuba no está bloqueada ni amenazada
militarmente por Estados Unidos, debería mirar con respeto la lucha de los
cubanos por su derecho a la independencia; debería guardar pudoroso silencio
cuando sabe que muchas veces calló atendiendo a sus intereses; cuando sabe que
nunca ha adoptado una posición común contra el represivo régimen israelí;
cuando sabe que se opuso a que la Comisión de Derechos Humanos considerase
siquiera los peligros de la guerra para el derecho a la vida de los niños iraquíes.
Finalmente,
el Ministerio de Relaciones Exteriores le recuerda a la Unión Europea que Cuba
es un país soberano, que conquistó su plena independencia como resultado de un
largo y doloroso proceso, que incluyó más de medio siglo de lucha contra la
corrupta sociedad neocolonial que se implantó en nuestro país tras los
bochornosos Acuerdos de París, en los que España cedió Cuba a los Estados
Unidos a espaldas de los patriotas cubanos.
Cuba
se ha ganado la potestad, reconocida por el Derecho Internacional, de determinar
por sí misma, en el ejercicio de su plena soberanía y sin injerencias ni
intromisión extranjera, el sistema político, económico y social que más
convenga a su pueblo.
Cuba
rechaza el lenguaje injerencista e irrespetuoso de la más reciente Declaración
de la Unión Europea, le solicita abstenerse de ofrecer soluciones que el pueblo
cubano no le ha pedido y reitera su respeto y amistad por los pueblos europeos,
con los que espera reforzar algún día, de forma honrosa y digna, las más
fraternales y sinceras relaciones tan pronto la Historia barra tanta hipocresía,
podredumbre y cobardía.
Ministerio
de Relaciones Exteriores
La
Habana, Cuba, 11 de junio de 2003