Las guerras de independencia.
Carlos Manuel de Céspedes. |
Si bien es cierto que la primera gran tentativa por la independencia tiene lugar con la Guerra de los Diez Años, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, ya desde finales del siglo XVIII viene gestándose la base ideológica que dará lugar al independentismo. No olvidemos que la condición de colonia supone para Cuba un serio obstáculo para su desarrollo, debido a que este viene condicionado por la metrópolis, que absorbe parte sustancial de la riqueza generada en el país.
Los primeros movimientos favorables a la independencia se advierten ya siendo gobernador el general Luis de las Casas, en 1790, en cuya residencia se reunían los hombres destacados de Cuba, miembros de la Sociedad de Amigos del País. Al año siguiente es sofocado un levantamiento de esclavos, encabezado por Antonio Aponte. Como apuntábamos en el capítulo anterior, los sucesos europeos tuvieron poca repercusión en Cuba y la oligarquía de terratenientes, que ejercía una gran influencia en el gobierno de la isla, estaba poco interesada por el tema de la independencia, prefiriendo llegar a entendimientos con España que mantuvieran y reforzaran su situación. En 1821 se descubrieron varias conspiraciones, y en años posteriores diversas logias masónicas difundían ideas independentistas. En 1825 se fundó en México la Junta Protectora de la Libertad Cubana, y hasta Bolívar llegó a acariciar la posibilidad de libertar a Cuba.
Fueron sucediéndose una serie de gobernadores que llevan a cabo una actuación de gobierno dura e inflexible, como Tacón, Valdez o Leopoldo O'Donnell. EE.UU. codiciaba cada vez más la riqueza de Cuba, y Nueva York (donde José Martí pasó una parte importante de su vida) era en este tiempo sede de todo tipo de conspiraciones. En 1850 fracasa una expedición de 600 hombres encabezada por Narciso López, que partió de Nueva Orleans. En 1851 corre la misma suerte la revolución que José Joaquín de Agüero intenta organizar desde su hacienda de San Francisco del Juncal. Tras una serie de otras conspiraciones, siempre acompañadas de las correspondientes ejecuciones, sobreviene a partir de 1855 un periodo de relativa calma.
Pero el progresivo deterioro de las relaciones entre España y su colonia acabó en la situación que expusimos en el capítulo anterior, donde la respuesta dada por el gobierno español a las demandas de los terratenientes desembocó en el primer gran levantamiento. Principales causas fueron la falta de garantías para el establecimiento de la autonomía, el excesivo aumento de los impuestos y la negación por parte de España de abolir el sistema de esclavos, sistema que los terratenientes empezaban a ver como contraproducente, más si tenemos en cuenta que desde hacía tiempo su tráfico era ilegal.
La Guerra Grande y la Guerra Chiquita.
Carga a machete del ejército mambí. |
En octubre de 1868 un grupo de terratenientes, dirigidos por Carlos Manuel de Céspedes (que más tarde pasó a conocerse con el significativo apodo de "el Padre de la Patria"), lanzan desde el ingenio azucarero de Demajagua (propiedad del mismo Céspedes) el famoso grito de Yara, con el que inician una revuelta que dará lugar a la famosa Guerra de los Diez Años (o Guerra Grande). Céspedes empieza a luchar con el título de Capitán General y amplísimas facultades. En el mismo mes de octubre libera a sus esclavos y les exhorta a que se unan a su causa, y hace que todos juren la bandera cubana (recientemente creada por el poeta Miguel Teurbe Tolon, y que pasa a ser el símbolo de las aspiraciones independentistas). Tras algún revés inicial, toma la ciudad de Bayamo, gesta que inspiró a Pedro Figueredo la composición del himno cubano. El movimiento obtuvo apoyo en la parte central de la isla, principalmente en Camagüey, desde donde se extendió a Las Villas.
Surgen en esta guerra grandes personajes, como Francisco Vicente Aguilera o Manuel de Quesada y también rivalidades entre ellos. Los españoles no tardaron en reforzar su ejército con refrescos desde la península, reconquistando de nueva la ciudad de Bayamo. Mientras tanto, se reúna en Guaimaro una Asamblea Constituyente (febrero de 1869), que proclama la República y nombra a Céspedes Presidente de la misma y general en jefe del ejército a Manuel de Quesada.
Durante los primeros años de la guerra van surgiendo otros personajes que van a jugar un papel fundamental no sólo en ella, sino en las otras dos guerras que se producen más tarde y que desembocan en el dominio estadounidense. Se destacan Ignacio Agramonte y Loinaz, creador de la famosa caballería camagüeyana, Máximo Gómez Báez, de origen dominicano, que encabezó la primera carga a machete (principal arma del ejército libertador), Antonio Maceo, "el Titán de Bronce, Serafín Sánchez Valdivia y muchos otros...
A pesar de la férrea respuesta de las fuerzas españolas, el ejército libertador (cuyos hombres empezaron a conocerse como "mambises", palabra originaria de la zona del Congo que significa rebeldes) consigue imponerse en numerosas ocasiones, llegando a controlar la parte oriental de la isla. Pero las disensiones y ambición de los diferentes mandos del alzamiento, que imposibilitaban la existencia de un entendimiento y buena coordinación, unidas a la falta de una estrategia política bien definida, acabaron rompiendo la unidad y facilitaron las cosas al general español Arsenio Martínez Campos, que en 1878 propuso a los mandos cubanos la paz en unos términos que quedaron expuestos en el denominado "Pacto del Zanjón", que otorgó la amnistía a todos los combatientes, emancipó a los esclavos que participaron en la guerra y concedió algunas libertades administrativas.
Pero no todos los combatientes quedaron satisfechos con el Pacto, que les negaba la independencia (que en fin de cuenta era el objetivo del alzamiento), y algunos líderes, como Antonio Maceo y Ramón Leocadio Bonachea, siguieron con los combates, hasta que fueron obligados a abandonar el país tanto por la presión del ejército español como por los mismos cubanos, que ya no querían la guerra.
Tras años de tregua, en 1889 se produjo un nuevo levantamiento de los cubanos, apoyados esta vez desde fuera por algunos de los ex combatientes emigrados en la Guerra Grande. Aunque nuevamente la falta de unidad y objetivos comunes hace fracasar el alzamiento, que será conocido como la Guerra Chiquita.
Estas guerras causaron importantes pérdidas, tanto demográficas como económicas, y numerosos propietarios se arruinaron. Esta situación fue aprovechada por EE.UU. que pudo llevar a cabo una importante penetración económica, lo cual le acercaba al dominio sobre la isla que siempre habían ansiado. Téngase en cuenta que en 1890 las inversiones norteamericanas en la isla ascendieron a la nada despreciable cifra de 50 millones de dólares. Además, EE.UU. absorbía el 95% de las exportaciones de azúcar y el 87% de las exportaciones totales. Esto dio lugar a una situación de fuerte dependencia económica, que provocó la gestación de una nueva crisis: el fracaso del grupo autonomista (1894), la bajada en el precio del azúcar provocada por el mismo EE.UU. y la creación por parte de José Martí del Partido Revolucionario Cubano (1895) acabó provocando una ruptura con España que dio origen al más famoso de los enfrentamientos armados, en el que España perdió su colonia: la Guerra de Cuba.
La guerra Hispano-Norteamericana del 98.
José Martí. |
El confrontamiento armado estalla en 1895, siendo uno de sus impulsores José Martí, que será considerado el mayor héroe nacional tanto por el Gobierno Revolucionario de Castro como de los grupos disidentes. José Martí acababa de fundar, ese mismo año, el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era reunir hombres y pertrechos para la inminente invasión de Cuba. Lamentablemente, Martí cayó en una de las primeras escaramuzas que se producen tras el desembarco del cuerpo expedicionario. Martí llenó el movimiento independentista de ideas nuevas cuyo eje central era la justicia social: el objetivo de Martí consistía no solo en conseguir una Cuba libre del colonialismo, sino una Cuba sin las grandes desigualdades en cuanto a la riqueza que imperaban y sin discriminación racial. Esta ideología será heredada por el movimiento revolucionario de Fidel Castro cinco décadas más tarde.
Este levantamiento contaba con la organización y la fuerza ideológica que les había faltado a anteriores tentativas. Llegan a Cuba varias expediciones con hombres y equipamiento que consiguen desconcertar al ejército español. Muerto Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez asumen el liderazgo de la guerra, asientan un núcleo estable en oriente y consiguen llevar la guerra a todos los rincones del país, gracias al apoyo popular masivo con que cuentan. Maceo muere en combate en 1896 y Máximo Gómez se hace cargo del proseguir la guerra. Ante esta situación, el gobierno español, dirigido por el presidente Cánovas del Castillo, que sostiene la famosa máxima de defender Cuba hasta el último hombre y la última peseta, sustituye al gobernador Martínez Campos por el cruel y expeditivo general Valeriano Weyler. Weyler ordena la "reconcentración" de la población rural en los suburbios urbanos, medida cuyo objetivo es cortar el apoyo que los mambises obtienen de dicha población, y que costó la vida a miles de mujeres, ancianos y niños, que se vieron privados de techo y comida por un espacio muy prolongado de tiempo.
No obstante todos estos esfuerzos, el ejército español cedía terreno ante el embate de los libertadores, que recibían el apoyo de EE.UU, que no cejaban en sus intentos de acabar sustituyendo a España en el control político y económico de la isla. El ejército español estaba agotado y a punto del colapso total. En 1898 ocurre un incidente que ofrece a EE.UU. un pretexto para entrar abiertamente en el conflicto: el 15 de febrero el Maine, un acorazado que fue enviado a la rada del puerto de La habana supuestamente para defender los intereses norteamericanos en la zona, estalló, causando la muerte de 260 de sus tripulantes. Hay quien apunta a que la explosión pudo ser provocada por el propio gobierno norteamericano (lo cual me resulta bastante creíble dado que se ajusta al tipo de procedimientos que frecuentemente utilizan los norteamericanos para favorecer sus intereses). Lo cierto es que EE.UU. acusó a los españoles de la explosión y utilizó el incidente como pretexto para entrar en la guerra, acabar con los restos de un debilitado ejército español y hacerse con el control de la isla.
Antes de que transcurriera un mes del incidente, el presidente McKinley declara la guerra a España, y al cabo de tres meses la flota norteamericana acorrala a la española en el puerto de Santiago de Cuba. Un cuerpo expedicionario de infantería comandado por el general William Shafter desembarca al norte de la ciudad. Shafter trata al ejército cubano con desprecio y altanería, reprochándoles públicamente el ir descalzos y mal armados, y el hecho de que muchos de los soldados fuesen negros y mulatos, hecho que llevó al periodista Stephen Crane a llamarles "verdaderos salvajes del Caribe". Así pues Shafter no permite que los cubanos tomen parte en la batalla, y se limita a sugerir que se mantengan firmes en la retaguardia, construyendo trincheras y letrinas. Ante tales insultos, el general Calixto García se niega a colaborar, y los nacionalistas tienen por fin la ocasión de ver el verdadero rostro de sus hasta entonces supuestos colaboradores.
El Maine, cuya destrucción provocó la intervención de EE.UU. |
Los españoles estaban en clara desventaja, a pesar de lo cual ofrecieron una enorme resistencia en la batalla de la colina de San Juan. En esta batalla, la caballería estadounidense fue comandada por un joven Theodor Roosvelt, hazaña que le conferiría tal gloria y reputación que acabaría impulsándolo a la presidencia en 1901. Tras vencer a los españoles en tierra, la flota, comandada por el almirante Cervera, salió del puerto con la intención de ofrecer una resistencia heroica hasta la destrucción. Los barcos españoles, ardiendo y disparando sus cañones, se lanzaron uno tras otro contra la costa para evitar ser capturados. Esta fácil victoria puso en manos de los americanos no sólo Cuba, sino que aprovechando las circunstancias arrebataron también Puerto Rico, Guam y Filipinas (tratado de París).
El general Shafter organizó una marcha en Santiago de Cuba para celebrar la victoria, en la que al ejército cubano, como es natural, no se le permitió participar.